4 de mayo de 2008

Unión Europea=La Milagrosa!

Partimos aquí de la síntesis realizada por el conocido periodista italiano Vittorio Messori, (La Razón, 27 de julio del 2003) y de algunos datos de Javier Paredes, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá (arvo.net), que han resumido lo que se difunde desde diversos foros cuando otros intentan ocultarlo o acallarlo: la bandera que ondea en todos los edificios públicos de la Unión (y el círculo de estrellas que está sobre la inicial del país en las matrículas de los coches europeos) son la invención de un diseñador que se inspiró en su ferviente devoción mariana.

En 1949 se instituyó en Estrasburgo el primer Consejo de Europa, encargado de poner las bases de una deseada federación del continente. Al año siguiente, para justificar con alguna iniciativa su existencia, dicho Consejo convocó un concurso de ideas, abierto a todos los artistas europeos, para una bandera común.
En la convocatoria participó Arséne Heitz, por entonces joven y poco conocido diseñador, que en la actualidad todavía ve y mantiene plena lucidez mental, aunque ya pasa bastante de los noventa años.
Del cuello de Heitz, como del de tantos otros católicos, colgaba la conocida como medalla de la Milagrosa, acuñada tras las visiones de santa Catalina Labouré en París, en 1830. Esta religiosa reveló que había recibido el encargo de la Virgen misma de hacer acuñar y difundir una medalla en la que estuvieran las doce estrellas del Apocalipsis y la invocación: ¡Oh María, sin pecado concebida! Rogad por nosotros que recurrimos a ti.

La devoción se extendió por todo el mundo católico de tal manera que dicha medalla se convirtió en uno de los objetos más difundidos, con muchos centenares de millones de unidades.
Recientemente, Heitz ha desvelado a una revista francesa cuál fue el motivo de su inspiración. En aquellas fechas estaba leyendo la historia de las apariciones de la Virgen en la Rue du Bac de París, que hoy es conocida como la Virgen de la Medalla de la Milagrosa y, según su propio testimonio, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul tal como las representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción. En principio Heitz lo tomó como una ocurrencia, entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación.

Que la historia es cristiana lo admiten incluso en la web de la Federación Nacional francesa de Libre Pensamiento, donde explican cómo se inspiró el diseñador católico Arséne Heitz: Me han pedido que diseñe la bandera de Europa. Súbitamente, me ha surgido la idea de poner las doce estrellas de la Medalla Milagrosa de Rue du Bac sobre fondo azul, el color de la Virgen Santa.
Heitz presentó varios proyectos. Para su sorpresa, de los 101 proyectos presentados ganó el concurso el boceto que hoy todos conocemos de las doce estrellas sobre fondo azul.
La Comisión que componía el jurado estaba presidida por un belga de religión judía, responsable de la sala de prensa del Consejo, Paul M.G. Lévy, que no conocía los orígenes del símbolo, pero al que probablemente le impresionaron los colores, pues el azul y el blanco (originariamente las estrellas no eran amarillas sino blancas) eran los colores de la bandera del por entonces recién constituido Estado de Israel, que había ondeado por primera vez en 1891, en Boston, en la sede de la Sociedad Educativa Israelita, y se inspiraba en el chal rayado que usan los judíos para la oración.

Cuando en 1955 el boceto de Heitz se adoptó oficialmente como bandera de la nueva Europa, el diseñador, para confirmar la inspiración bíblica y al mismo tiempo devocional del símbolo, consiguió introducir una tesis personal que asumió también el Consejo de Europa.
Ante las crítica de que los Estados miembros entonces eran sólo seis y no se veía la razón de que las estrellas fueran doce, Arséne Heitz consi­guió convencer a los responsables del Consejo: sin revelar la fuente religiosa de su inspiración para no provocar recelos, sostuvo que el doce era, pa­ra la sabiduría antigua, un símbolo de plenitud, y que no debía cambiarse tampoco si los miembros superaban ese número. Así sucedió y así ha sido definitivamente sancionado por la nueva Constitu­ción. Ese número de astros que, como profetiza el Apocalipsis, coronan la cabeza de la Mujer vesti­da de Sol no cambiará nunca.

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